La naturaleza era fundamental en el mundo celta, por lo que se intentó replicar esa flora gallega en el patio del pazo donde se celebró el enlace. Un bosque de Quercus, bosque sagrado para los celtas, donde los druidas celebraban ceremonias de distinta índole y un gran circulo de hortensias, helechos, y demás flores y plantas del monte gallego preside el “altar”. No se trata de una forma caprichosa, sino que simboliza la naturaleza y sus ciclos que se repiten como el día y la noche, las fases de la luna o las estaciones del año, todo es circular y todo vuelve. Por un momento, los novios han sido el centro de esa naturaleza y con la bendición de los espíritus de los puntos cardinales y las fuerzas del agua, fuego, tierra y aire, se celebró el enlace.

En cuanto al banquete, fue tipo cóctel con varias estaciones donde la gente podía acercarse y degustar marisco, paella, carne o empanadas y quesos. Esta tipología fue elegida por los novios ya que querían un ambiente distendido que recordase a las verbenas y fiestas de campo gallegas. Los formalismos quedaron a un lado y se dispuso todo el mundo en el jardín del patio a comer, beber y disfrutar todos juntos de una noche de verano magnífica.

Tras la cena, llegó la hora de purificar el espíritu y protegernos de todo mal con la queimada, brebaje preparado a base de aguardiente y especias. Con el calor en el cuerpo, todos los invitados volvieron al patio del pazo, para disfrutar del baile de los recién casados y la fiesta hasta altas horas de la madrugada. En la zona de discoteca se han mantenido los Quercus y se colocaron varios focos con una iluminación ochentera de tonos rosas y azules que en conjunto crearon un ambiente sinigual.